miércoles, junio 27, 2012

El CHARCÓN, EL RÍO TOBIA Y EL PRE-TORRENTISMO


Desde muy niños, a lo mejor por el clima un tanto cálido de Nocaima, nos encantó ir a refrescarnos mucho en la corriente de agua más cercana que teníamos en el Chicó: la quebrada de La Moya. Apenas a unos cuantos metros, este pequeño caño era uno de nuestros sitios favoritos, sobre todo en vacaciones. Pero ir a La Moya, no siempre fue con el consentimiento de nuestros padres, casi siempre, nos escapábamos con el pretexto de jugar por los alrededores del barrio.

La quebrada era pequeña, con bastantes bloques y bolos de roca, entonces sus pocetas eran muy reducidas para aprender a nadar, especialmente en el sector donde íbamos, el cual era un cruce con un camino que conducía a la vereda de San Cayetano. Como necesitábamos de un espacio más grande, decidimos un día ir hasta una parte más alta del caño, en donde teníamos conocimiento de un pozo que había sido hecho con el propósito de darle de beber al ganado de una finca que lindaba con el arroyo, propiedad de José Luis Melo.

A este pozo se le conocía como El Charcón, aunque había otro también llamado así en la quebrada Honda. Las idas a este lugar fueron un "dolor de cabeza" para cada una de nuestras familias. A pesar de los controles, siempre logramos escaparnos hasta allí. Este sitio tenía una caída de agua como de unos cinco metros aproximadamente, su pozo no tenía más de cuatro metros de diámetro, y su profundidad no pasaba de un metro, pero su espacio era suficiente para nadar por el perímetro o para lanzarse de cabeza. Creo que la gran mayoría de nosotros aprendió a nadar, o chapucear en este lugar.

Siempre tuvimos que llevar calzoncillos de repuesto para cambiarnos y evitar que nuestras mamás se dieran cuenta de la escapadita. Afortunadamente, nunca sucedió algo para preocupar en nuestras casas, excepto cuando unos vecinos que vivían cerca del Charcón nos expulsaban a piedra del lugar, y debíamos salir en "bola" por el potrero con la ropa en la mano hasta llegar al alambrado que separaba los predios de Don Nepumuceno Miranda -Don Puno-, con los del señor Melo, y poder cambiarnos con tranquilidad.

Unos años más tarde teníamos que probar la destreza de "nadadores" en el río Tobia, especialmente en un sitio conocido como La Hacienda, muy cerca de Tobia Chica. En algunas ocasiones hicimos el "paseo de olla", y tan solo uno con "gallina robada". La mayoría fue con salchichón y pan, dadas las condiciones económicas de aquella época. Ir al río fue un paseo, sobretodo por el camino de la parte alta de la  vereda de Tobia. Una caminata de cuarenta y cinco minutos, entre charlas y chistes, saliendo siempre por la mañana para aprovechar lo mejor del sol y regresando en las horas de la tarde por el mismo camino, aunque algunas veces nos devolvimos en el bus que venía de Villeta y pasaba por el lugar como a las cinco de la tarde.

Por aquella época, esta costumbre era muy natural, seguramente porque en Nocaima, no existían las piscinas públicas, las más cercanas estaban en La Vega, o un poco más lejos, en Villeta. Hasta 1995 se inaugura la primera piscina abierta para todos en la vereda de Jagual, exactamente en un sector conocido como Chilagua, en un predio de Arturo Peña: Palmas de Chilagua. Este acontecimiento fue un fenómeno, ya no había necesidad de ir a otro municipio vecino a disfrutar de un baño. Su paisaje y la amabilidad de sus propietarios lo hacían muy acogedor.

Unos años después fueron apareciendo más piscinas: el Balneario San Cayetano y Santa Verónica. A Nocaima habían llegado aires más modernos para disfrutar del clima, y eso estuvo bien para el turismo del municipio. Sin embargo, nosotros continuamos con nuestra afición de ir por los ambientes naturales, y comenzamos a escalar saltos de varios caños, pero sin casco y arnés, y mucho menos de sogas especializadas. Lugares como: el Salto de Barandillas, las quebradas El Zancudo y Natautá, fueron los inicios de un nuevo deporte que con los años se conoció como "torrentismo".

Seguramente estos viajes deben tener su propia historia, muchos disfrutaron de estos paseos por los caminos y cañadas de Nocaima y Nimaima en los noventa, y por supesto, dejaron gratos recuerdos. Además, olvidaba que también hicimos rafting por los rápidos del río Tobia -una idea de Nayro Ramírez y Humberto Bohórquez- sobre unos neumáticos amarrados uno de otro, unos años antes del canotaje de "Tobia Grande". Será muy entretenido recordar todo esto.

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