sábado, febrero 18, 2017

EL GITANO ENTRETENIMIENTO


Seguramente para muchos nocaimeros que vivieron su infancia en los años setenta y ochenta, recordarán las épocas en que los viajeros circos y ciudades de hierro pasaron sus cortas temporadas en el pueblo. Las atracciones mecánicas que trataban de acercarse por lo menos a las del parque El Salitre de Bogotá, ofrecieron durante su estancia en Nocaima una forma de sacar de la rutina normal a un caserío que estaba un tanto distanciado de la capital. También las carpas de los pequeños circos que con sus actos de acrobacias, malabarismo y humor ofrecieron los artistas andariegos que divirtieron a niños y adultos de aquellos años.
El lugar para que implantaran sus atracciones y carpas fue lo que en aquellos años denominaban parque, un peladero de tierra que en otra época fuera la plaza de mercado. Fueron varios los circos y atracciones mecánicas que posaron en el pueblo, pero tal vez hubo un par de estos que marcaron diferencia entre los otros.

Alguna vez arribó una ciudad de hierro que permaneció por varios meses y que tuvo como una de sus principales atractivos unos columpios que giraban alrededor de un eje similares a los avioncitos. Lo que llamó la atención de estos, fue un truco propuesto por los mismos operadores del parque, el cual consistía en tratar de alcanzar a la persona que iba en el columpio de adelante, tomarlo de las cadenas que anclaban la silla al eje, para luego impulsarlo con los pies y hacer que la persona se levantara a una altura considerable, que por supuesto llenaba de adrenalina a los usuarios del esta atracción mecánica.

La otra curiosidad de esta ciudad de hierro fueron las complacencias, que terminaron por convertirse en la forma más cómica de "mamarle gallo" a los compañeros y amigos del colegio. Se trataba sencillamente de un mensaje para alguna persona y este se enviaba a través de los altavoces del parque que tenían un gran alcance por los alrededores del mismo. Sólo había que pagarse el mensaje a un locutor que estaba en una caseta, al cual se le daba el nombre del que enviaba el mensaje y el de la persona lo recibiría con una canción que reflejara el sentimiento que se le tenía. Como éramos la gran mayoría adolescentes, aprovechamos esa oportunidad para dedicar canciones a nombre de otros para las muchachas del colegio.

Como era de esperarse fue simplemente una forma de hacerle una broma a un amigo, poniéndolo en ridículo, porque en la mayoría de los casos, la afortunada para nada tenía que ver con el amable galán que enviaba la dedicatoria. No se puede olvidar la cómica dedicatoria estándar que tenía el parque de diversiones, sólo bastaban los  nombres del enamorado y de la escogida, y por supuesto la canción que impactaría el corazón de la niña, y se escuchaba así: "Se complace de manera muy especial a la señorita Y, de parte del señor X, con la canción: Que nos entierren juntos".

La otra atracción fue un circo que tenía dentro de sus artistas a un Payaso llamado Chuchín que era muy divertido, y tal vez algunos recuerden dos frases que el hombre decía: "Ayyy ole" y "no le pegue a la burraaaa". Y tal vez lo otro que tenía el circo, era la venta de unas arepuelas grandísimas que se diferenciaban de los tradicional es vientos raspados y mazorcas asadas.

Es posible que hoy en día aquellos circos y atracciones mecánicas rodantes ya estén en desuso, porque la forma de hacer entretenimiento ha cambiado, y las grandes distancias de aquellos pueblos alejados de las grandes ciudades se acortaron. Pero para aquellos que tuvimos la oportunidad de aprovechar esa oferta gitana, llevaremos en corazón la forma con que aquellos artistas y operadores intentaron cambiar la forma de divertirnos en la provincia inocente de los viejos tiempos.





Ciudad de hierro época años 70. Tomada de internet. Encuentro, Cultura y Territorio