Cada inicio de año escolar en Nocaima tenía algo de simpático en los ochentas -seguramente también lo fue antes-, y era ver como el domingo anterior al comienzo de clases se inundaba de un montón de niñas no sólo del pueblo, sino también de otras regiones, incluso no tan vecinas, que venían a estudiar en el Colegio Departamental, el cual era el único internado en la provincia del Gualivá. Muchachas de: San Francisco, Vergara, Nimaima, Villeta, Chaguaní, Sasaima, entre otros municipios, viajaban a internarse durante los dos períodos del año para hacer sus estudios de bachillerato clásico en el colegio.
Lo interesante era ver cómo cada una de ellas llegaba acompañada por sus padres, con su respectivo trasteo el cual incluía un catre doblado con un colchón enrollado dentro de él, esperando en los alrededores del colegio a la directora, quien era la encargada de cuidarlas durante todo el año lectivo. Luego de que las internas acomodaban sus pertenencias en un salón gigante dispuesto como dormitorio comunal, las jóvenes eran conducidas a la misa de las seis de la tarde. Cada vez que las niñas salían hacia el acto religioso, los jóvenes de la época solían decir: "soltaron el ganado".
Y es que las niñas mantenían en vilo a los muchachos nocaimeros. Ellas únicamente estaban internas durante la semana de clases, los viernes en la tarde viajaban a sus lugares de origen y regresaban de nuevo el domingo hacia el medio día. Obviamente algunas de ellas tenían novio nocaimero, y antes de que las alumnas se fueran a internar, compartían con sus amantes sentadas en el pasillo del centro de salud, el cual quedaba casi al frente del colegio. La parte posterior de las instalaciones daba a una de las vías más conocida como la "calle de atrás"; habitualmente estaba llena de montículos de piedras y ladrillos recostados contra la pared, que descaradamente eran acomodados por más de un voyeurista adolescente intentando ver a alguna de las muchachas en paños menores.
Y no sé si será realidad o ficción, pero conocí la historia de un joven nocaimero que estuvo enamorado de una alumna interna de San Francisco el cual dedicó unos versos para conquistarla de la siguiente manera:
"Floritza, Floritza
Quiéreme con amistad,
Pero déjate meter el pipí
Aunque sea hasta la mitad"
El resto del poema, siempre será un misterio. El internado del Colegio Departamental dejó de funcionar el el año 87, y con él se fueron muchísimas historias de amor y desconsuelo, que para infortunio mío era demasiado niño para disfrutar.